30ª Gota de Rocío: República del Perú

Publicado el 12 de junio de 2022, 18:17

 

 

    María Elena:

 

    Como vimos, fueron años convulso y, lejos de ser una revolución popular y espontánea, las luchas de Independencia de principios del siglo XIX, fueron protagonizadas por los criollos, dueños de las riquezas: minas, esclavos y grandes plantaciones, con frecuencia sus hijos eran oficiales del ejército del Rey español. 

    En tanto, la población mestiza e indígena —la mayoritaria— luchó en ambos bandos, con mayor o menos convencimiento. Al final, el dominio económico ejercido por España fue, simplemente, sustituido por otra potencia mundial como Gran Bretaña. Cambio de patrones, pero no de maneras de vivir. 

    Casi desde siempre, España prohibió —tratando de defender a sus agricultores de la competencia— el envío de algunos productos:  vinos, brandis, aceites, pasas, almendras, sedas, paños, vidrios, etc. Es más, desde la madre-patria, enviaban tales artículos y debían comprárselos. Los vinos cultivados en el Perú, no podían ser enviados  a la península, por eso acá, empezaron a destilalos, en las haciendas de la zona de Ica con cepas traídas de las Islas Canarias, creando el Pisco.

    Los Estados asumieron, entre sus primeras decisiones, la depuración de la administración de todos los peninsulares que habían ocupado cargos de responsabilidad. Si bien fueron miles los españoles huyendo del propio conflicto, el verdadero acoso comenzó con leyes dirigidas a expulsarlos, pues temían pudieran entorpecer la creación de los nuevos estados.

Como es habitual en los casos de expulsiones masivas —la de los judíos en 1492 o la de los moriscos en el siglo XVI de España— quien se lleva la peor parte son los ciudadanos con menos recursos, pues terminan pediéndolo todo.

    Los ricos lograron congraciarse con el nuevo régimen o, simplemente, huyeron sobre puentes de plata. Algunos cambiaron su nacionalidad, así conservaron sus propiedades, aunque debieron renunciar a sus títulos nobiliarios. El verdadero drama afectó a miles de familias humildes, huyeron a contrarreloj de los países donde vivían y renunciando a sus propiedades. En muchos casos la expulsión se realizó a través de precarias embarcaciones, hacinados y obligados por la fuerza. Una vez en puertos de la Península Ibérica, tampoco les esperaban vítores precisamente. España vivía uno de sus peores momentos de su Historia.

    El auténtico poder de la las nuevas Repúblicas estaba en las logias masónicas. En todas las ciudades se formaron, dando al poder un cariz secreto. En ellas se repartían los cargos y se dirigía el poder legislativo, ejecutivo y judicial. Las discusiones políticas dejaron el Parlamento para arreglarse en las logias y si no se alcanzaba la unidad, menudearon el golpe de Estado, apoyando a uno u otro militar. Así se concibió y gestionó el poder, y esa es la raíz de la corrupción actual, en tantos países de Sudamérica.

    Si se hubiera hecho realidad el sueño, de algunos Libertadores, en la actualidad todos los países hispanos juntos, unidos por un idioma, sería una superpotencia de más de 500 millones de personas, con gran peso en la economía mundial, tal vez, eso lo temían los ingleses, por eso apoyaron las luchas y la separación de los virreinatos creando múltiples países, para poder manejarlos mejor —económicamente—  como así ocurrió.



    Pedro:

 

    Para la gran mayoría, la independencia supuso pocos cambios. Una minoría, descendiente de españoles, siguió ocupando los altos cargos de la política y teniendo el poder económico. La esclavitud no fue abolida hasta 1845. 

    En cuanto a los nativos, la legislación los trataba casi como iguales, pero fueron despojados de la protección, frente a los abusos de los criollos, como habían gozado bajo la Corona. Las nuevas repúblicas dieron la espalda a los indígenas, pasando de una convivencia a una mera cohabitación, cuando no directamente al exterminio. 

    Como reacción al levantamiento de Tupac Amaru II, el Virrey Agustín de Jáuregui, erigió la Audiencia del Cusco, donde se ventilaban los casos de abusos contra los indígenas. Esta desapareció con la declaración de Independencia por San Martín, pero nadie pensó en otra institución para proteger a los nativos. Los abusos fueron continuos, quitándoles de la mayoría de sus tierras —las Encomiendas las respetaban— y hasta sus vidas. 

    Fue tal el odio creado, hacia la Nueva República, entre los indígenas que debieron pasar varias generaciones hasta volver la simple convivencia social. En la Puna, (la zona central de la cordillera de los Andes, formada por Perú, Bolivia, Chile, Argentina) los andinos no reconocieron a estas repúblicas hasta ya entrado el año 1866.

    España entonces no era, como hoy la entendemos: solo la península. El territorio americano no era diferente jurídicamente de la metrópolis, pues no eran colonias, sino parte de un estado formado por un Reino y varios Virreinos. La monarquía lo era para todos. Todos eran españoles y súbditos del mismo rey. No eran más españoles los nacidos en Castilla, Extremadura, el Perú o Nueva España. 

    Pero la abundancia acá, era suficiente para poder vivir hasta con más holgura que en la península, con excepción de los más pobres, indígenas, aunque también entre ellos había Caciques ricos. Y algunos españoles y criollos embrutecidos por la chicha, otras drogas o enfermedades. 

    La Península era muy pobre en comparación con el Virreinato del Perú o México, pues como recuerdan todos los escritores, (El último libro leído: España tenía la vaca, pero otros tomaban la leche. Las venas abiertas de América Latina. Eduardo Galeano. De este autor aceptamos los datos, pero las conclusiones está demasiado coloreadas por sus gafas marxistas). 

    El oro y la plata pasaban por las arcas de la Casa de Contratación de Sevilla, pero iba a parar a manos de los Függer y otros banqueros de Europa con quieres el Rey estaba endeudado.

    En las nuevas Repúblicas americana, la Independencia dio lugar a un empobrecimiento salvaje, las guerras destrozaron cultivos y ciudades, para sobrellevar tanta miseria se crearon unos mitos heroicos, para centrar la atención en el pasado, y olvidar un presente tan desgraciado. 

    El Perú pagó la deuda con Chile (4 millones de pesos), a las sucesoras de la Gran Colombia: Colombia, Venezuela y Ecuador (3.715.000 pesos) y a los herederos de Bolívar un millón de pesos, concedidos por el Congreso después de la victoria de Ayacucho.

   Hubo de esperarse a nuevas condiciones, tanto en España como en Hispano-América, para que se curasen las heridas provocado por la Independencia (1820-1827): Chile, en apenas unos años, estableció relaciones diplomáticas, seguida por México, buscó establecer relaciones con España tras la pérdida de Texas. 

   El Tratado de París, firmado el 14 de agosto de 1879, fue un acuerdo de paz y amistad entre el Reino de España y la República del Perú. España reconocía la independencia peruana  renunciando a toda compensación y se establecían relaciones diplomáticas entre ambos países.

    El resto de las nuevas Repúblicas irían estableciendo acuerdos diplomáticos poco a poco, finalmente Colombia y España lo firmaron ya en 1881.

 

   Nos escribe un lector: 

 

    Soy Colombiano y aficionado a la historia, la mayor parte de nuestra historia (por lo menos dentro de la civilización occidental) la pasamos en el imperio español, desde 1492 hasta 1819,  en el colegio me enseñaron que había un mundo  indígena, idílico, sin enfermedades ni guerras, antes de 1492, pero vinieron unos conquistadores y nos invadieron con sus atrocidades y nos gobernaron hasta 1819, entonces, fueron expulsados por el libertador Simón Bolívar y regresaron a la península española. 

    Como ven algo un poco sin sentido, porque los españoles no regresaron (somos los descendientes de ellos) y antes de su venida ya había guerras y solo se intensificó la acción de las enfermedades (sin saberlo trajeron en sus cuerpos bombas biológicas de destrucción masiva) pero no son responsables, de la acción de esos microbios. 



 

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